El Coronavirus y la mente: algunas consideraciones sobre prevención y salud mental (parte 2)

Ahora bien, ¿cómo saber si el miedo que uno siente es normal y esperable en este contexto? ¿Cómo hacer para que éste no se torne miedo excesivo, pánico o terror?

Hace un rato escuchaba una entrevista a Mariano Sigman, experto argentino en neurociencias, acerca del aislamiento que está viviendo en Madrid y sus opiniones al respecto.  En ella relata cuán diferente es la percepción del riesgo a futuro que el riesgo inmediato. Él pone el ejemplo de la diferencia acerca de estar atado a las vías de un tren que la persona sabe que pasará en días o en horas.  Y lo que hace algunos días parecía una exageración para algunos (y me incluyo), hoy son medidas razonables para la salud pública. Y esto es lo primero con lo que debemos dirimir que es la incertidumbre en la información.  No se sabe demasiado y lo que se sabe es incierto ya que muta. La incertidumbre genera en muchas personas preocupación, sensación de malestar y pérdida total del control. Nuestros cerebros funcionan en base a predicciones sobre rutinas. Cualquier alteración de las mismas nos obliga, en pos de la supervivencia, a evaluar la peligrosidad. 

Esa incertidumbre hace que tendamos a querer saber. Por supuesto que es importante estar informados, pero ¿de qué fuente? ¿Cada cuánto? La disponibilidad de información no garantiza la calidad de la misma.  Es importante informarse con fuentes confiables y no “navegar” sin rumbo. También la frecuencia con la que nos informamos puede generar ansiedad en un círculo vicioso de pensamiento excesivo y chequeo. Un paciente me comentaba que se dio cuenta que chequeaba en automático más de cinco veces por hora la evolución de los infectados por coronavirus en la Argentina. Esa noticia no lo informa, no hay ninguna medida diferencial que él deba tomar con ese dato, simplemente aumenta su ansiedad. La información excesiva y constante nos sumerge en un espiral monotemático y asfixiante. 

Y aquí se presenta otro factor de gran consideración a la hora responder afectivamente que se relaciona con la alteración de nuestra vida cotidiana. ¿Quiénes somos sin nuestra organización? Pensarse sin hacer lo que uno hace un martes, un domingo; sin tener la libertad de hacerlo. Estas medidas de distancia social son un desafío para cada uno de nosotros a la hora de poder tolerar la pérdida de control sobre nuestra voluntad. Estamos acostumbrados a creernos dueños de nuestro destino y, en cierto modo, en situaciones más o menos ordinarias al menos lo torcemos dentro de nuestras posibilidades. Hasta que no escuché de fuentes confiables la dimensión del virus para la salud pública y personal percibí estas medidas como “exageración”. Esta situación es inédita. No sabemos cómo afrontarla porque nunca nadie vivió algo semejante.  Aceptar que parte de cuidarnos tiene que ver con perder nuestra rutina, nuestro día a día es difícil. Y cuánto más realistas somos sobre el riesgo de no hacerlo, más tendemos a aceptar esto que nos toca vivir. 

Entonces, hasta ahora, ¿cómo cuidar nuestra salud mental en este contexto?

  1. Tolerar no saber y ponderar lo que se sabe: hay que evitar el contacto social. 
  2. Eso nos deja aislados de nuestra vida cotidiana. Lo que solemos hacer (trabajar, gimnasio, reuniones sociales, eventos culturales, cursos y formación escolar o académica, deportes, etc.)  ya no será, por un tiempo, lo que somos. 
  3. Seremos lo que podamos hacer con estos días “raros”. Y sobre eso sí, tenemos control.
  4. Aquí es importante saber que para la mente no es lo mismo transcurrir que buscar objetivos. De este modo, definir planes y objetivos para cada día en diferentes áreas ayuda a organizarse no sólo cognitivamente sino también en términos emocionales. El hecho de tirarse en un sillón sin límite incide en nuestra emoción.
  5. Los propósitos deben ser variados: aprender algo, ordenar u organizar partes de la casa, hacer ejercicio, atender las rutinas alimentarias y de sueño son algunas metas individuales. Aquí  la autodisciplina puede ayudar. 
  6. El teléfono celular debiera estar alejado por períodos de tiempo para poder focalizar en otros aspectos. Sin embargo, en niños es importante promover  los juegos en red para favorecer el contacto con otros. 
  7. Hay todo tipo de chistes sobre el aislamiento y la familia. Es todo un desafío aceitar nuestros engranajes familiares para poder transitar lo más saludablemente este período. Es esperable que los vínculos estén más susceptibles. Aprendamos a calmarnos, cuidarnos y tolerarnos. Tratemos de no redoblar violencia en las peleas o roces. 
  8. Algunas personas viven solas.  Estar solos y aislados es difícil. Tomar en cuenta al vecino o al familiar mayor de 65 años y considerar su necesidad de logística y de contacto. Ya aparecieron grupos de personas que fomentan acciones cooperativas atendiendo a los mayores. Pensar en otros nos ayuda.

 

Tomemos esto que nos toca como un evento que debemos aceptar. Adaptémonos equilibradamente y con cuidado hacia nosotros y hacia los demás. 

 

Imagen: The windows are Going Home, Hundertwasser, F.

Share this article

Leave a comment