Caleidoscopio: Revolviendo la Papelera

Caleidoscopio

Revolviendo la papelera: trash reciclado

Lic. Nicole Harf

Una de las preguntas que frecuentemente realizo en una primera entrevista se refiere a las cosas que los pacientes intentaron hacer antes de decidir consultar con un profesional. Generalmente la respuesta se acompaña de un gesto autodescalificador de las iniciativas de resolución que han tenido y hasta cuesta que los pacientes las reconozcan como tales. Esto es bastante comprensible dado que el problema por el que consultan evidentemente no se resolvió pues no estarían consultando por él.

Siempre que escucho “Ya no sé qué hacer conmigo” del Cuarteto de Nos me remite a esta cuestión. Por un lado, en la canción no queda claro para qué está cambiando tanto. Quizás se podría interpretar como una necesidad de cambio constante, de hecho en el estribillo hace referencia a “seguir igual”, casi como una característica negativa.  La enumeración irónica  y casi infinita de todos los avatares del cantante podría ser una versión caricaturesca de los recursos que las personas pueden desplegar para afrontar sus problemas, sin omitir el aspecto relacionado a las modas y al consumo.

Mi pregunta acerca de las iniciativas utilizadas por los pacientes frente a sus problemas antes de consultar me permite conocer acerca de sus recursos, en principio, cómo piensan: sólo como ejemplo,  frente a la tristeza hay gente que llama a un amigo, otra que sale a correr o a comprar y otra que medita. Aquí, dentro de determinados márgenes esperables, no hay nada de “bueno” o “malo” sino lo que piensa cada uno, según como es, que puede ayudarlo. También la idea que los pacientes tienen acerca de qué significa estar mejor para ellos es importante. Así, para algunas personas “rescatarse de la tristeza” podría ser un objetivo mientras que para otras saber lo que les pasa o cómo lidiar con eso indicaría su mejoría. 

Incluso la pregunta sobre lo que los pacientes han intentado con su problema me indica sus tiempos, su tolerancia a los síntomas, al malestar: ¿cuánto tiempo aguantó la tristeza? ¿Qué espera cuando se encuentra con el amigo? ¿Qué lo ayuda de correr? ¿Cada cuánto lo hace? En esos intentos, aunque muy descalificados por los pacientes, suelo encontrar pautas que me permitan armar un diagnóstico del problema. A veces, no se trata de hacer mucho sino diferente: intensidades distintas, con mayor o menor constancia, regulando y vinculando lo que uno hace con lo que siente y lo que piensa. De ese modo el hacer no se transforma en un listado de basura inútil sino en un recurso con sentido.

 

Imagen: Escalera arriba y escalera abajo. Escher (1960).

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